jueves, 26 de julio de 2012

Jueves, noveno día. Último con tía Brezo.


Hoy al despertarme he hecho un pacto con Angy: ella ponía una lavadora, yo sacaba a los perros, y al volver desayunábamos los tres.
Nada más llegar con los perros desayunamos, y al acabar, rumbo a Delft, pero ésta vez nos perdemos, porque teníamos que entrar una o dos salidas antes que ayer, ya que el Lidl está a las afueras, y no nos sonaba, lo que no es bueno.
 Por fin llegamos a 1,3km del centro, según la tablet, y nos decidimos, en una urbanización del estilo de la de Wassenaar, a dejar el coche, ya que en Delft cuesta unos 3€ la hora de parking.
Y aquí os dejo un pequeño resumen de nuestra primera visita de verdad a una ciudad:


Primer edificio que vemos cerca del coche que puede servirnos de referencia.







Eran uno, dos, y tres, 


los famosos mosqueteros.




Empiezan a aparecer los canales, tenemos uno cerca del coche.




La señal de puente levadizo, que nos recuerda, a Angy y a mí, a un ojo egipcio. A la derecha, el aspecto de un puente levadizo, aunque aun no hemos visto ninguno en acción.





Señal-aclaración de la zona en la que hemos dejado el coche. Ya sabéis, para no perdernos.




Intento de foto conjunta. ¡Ay, el sol, el sol!





Paseo por las calles... ¿Delftenses? ¡Ea!




A izquierda, colocación de las vidrieras a lo alemán, con hilillos transparentes, encima del cristal. A la derecha, una vidriera común, que se llevan mucho en las casas holandesas (tendría futuro aquí)


Sobre esta línea, vidrieras exentas: palomas holandesas.




Parquímetros, con azulejos holandeses, cerámica.



Según nos acercamos al centro de Delft, vamos viendo mayor actividad, y por lo tanto, mayor número de bicis:




Seguimos en busca de Bonne Vie, una tienda de ropa que resulta ser extra cara (aunque está en rebajas), y allí queremos cambiar el vestido de Brezo. Resulta que no tienen la talla 38. Tienen la 36 y la 40, así que Angy, que tiene activado el Roaming, me deja el móvil para llamar a mi tía. Me contesta en inglés, ya que está trabajando, y al saber que soy yo, cambia de idioma. Me dice, ya en español, que le cojamos la 36, que si tenemos alguna duda, se lo probemos a Angy. Así lo hacemos, y Jorge determina que a Brezo le queda bien la 36, porque es una 36 ancha, como si fuera una 38 española.
Volvemos a la tienda, tal y cómo dijimos a la dependienta que haríamos, y al coger el vestido y cambiarlo, nos dice que se acuerda de nosotros, que no hace falta ticket. Esto no sería un detalle importante si no fuera porque antes no le enseñamos el ticket… pero bueno, cosas más raras he visto.
Cambiamos el traje, y salimos de la tienda. Vemos un mercadillo, y paseamos por él. Está al lado de lo que parece ser el canal principal, y además de andarlo, lo fotografiamos:


El gran canal, a ambos lados el mercadillo, tan pequeñito que no se ve. Al fondo, la imagen de abajo.



La forma que tienen los holandeses de "dar de comer a las palomas". Cuanto menos, original.




Diferentes objetos que venden en el mercadillo. Arriba, algo así como "El amor es: ... participación equitativa en la cama". Debajo, un arsenal de cucharas, que se ve que es lo que se lleva como recuerdo. Llevaré una a pelifresa.





Encontramos también un Gall&Gall en el que miramos si tienen Licor 43, que resulta que es producto español. Sí que lo tienen, a 17€ la botella. Compramos una imitación de 10€, y seguimos preguntándonos por qué no tendrán fanta de limón en botella grande, sin que sea Zero.
Paseando, paseando, nos encontramos con cosas como:


Ésta tienda de juguetes, que parece estar especializada en playmobil, es decir, mi sueño de cuando era pequeña. Intuyo que de estas cajitas me viene mi afición por el color azul... todo puede ser.





Arte callejero. En este azulejo en cuestión, que se repite cada varios pasos a lo largo del paseo del mercadillo, nos encontramos con la palabra "tierra" en más de un idioma. Éstos holandeses, que son muy hippies. I like it.




Por su reloj gigante y sus enormísimas vidrieras, intuyo que éstos edificios deben de ser importantes.




Una paloma pelirroja, ¿cómo no fotografiarla?




La bicicleta publicitaria del "Café de Oude Jan". Me encanta. Pintaría igual mi bici nueva, si no fuera porque es negra.




Una escultura curiosa, en la plaza de la paloma pelirroja, la bici del café, y el edificio importante.




Una ventana extraña, con puerta de madera, mientras el resto son ventanales enormes. Resulta gracioso, parece que lo hayan "pegado" allí. 




Un juego de té en una de las tiendas de la ciudad, que me recuerda, no sé bien por qué, a la mia mamma. Supongo que alguna vez me ha dicho que ella veía esos dibujos.





Nos alejamos del centro, y nos adentramos en urbanizaciones y calles cortadas, y ésto es lo que nos encontramos.


Mosaico, aunque las ramas que sobresalen no tengan mucho sentido, las palomas son curiosas. Angy es quien lo encuentra.


Por ello me toca hacerle una foto con el árbol de enfrente al árbol de mosaico. Resulta que tiene ardillas (de mentira, en éste país no he visto ni una sola ardilla, la vez que creyó verla Brezo, resultó ser un pájaro)


^¡Bingo! Casi en el centro de la imagen.


Ésta ha sido algo más sencillo, ¿no creéis?^




Mariquitas en el suelo, que me recuerdan a Londres. Pelifresa y Hells tendrán que recordarme por qué...




Ya llegando al coche. El muro con acabado a lo "escalera", o las bicis empotradas en el seto, son cosas que llaman mi atención.



Ya llegando al coche, después de un gran paseo, vemos de camino señales como ésta, en la que indican algo parecido al SER español, sólo que únicamente para residentes, o eso me parece entender a mí.




¿Cosas curiosas de camino al coche? Pueeeees...






Tenemos mucha suerte, ya que llegando a la calle en la que tenemos nosotros el coche, 
hay un “fin de todas las prohibiciones”, que nos salva de una multa “no segura”,ya que los policías en Holanda brillan por su ausencia (hemos visto tres, y un coche con dos dentro, en lo que llevamos por estos lares). Entramos en el coche, arrancamos, y ponemos rumbo a Wassenaar. Por el camino, caen unas fotillos:


La Haya desde la lejanía, y desde no tan lejano. "I <3 Den Haag"


O el "Lowman Museum", un museo de coches antiguos que está muy cerca de casa (en coche), a donde tenemos que ir.



Ya en Wassenaar, nos desviamos (no demasiado, ya que está al lado de casa) a la gasolinera, y echamos, después de investigar, 40€ al polo. Resulta que no hay gasolineros, si no que te atiende una máquina en la que solo puedes pagar con tarjeta, y lo único que seleccionas en ella es el tipo de combustible que quieres, ya que ni el precio ni el volumen quedan establecidos: Metes la tarjeta, introduces tu código pin, sacas la tarjeta, llenas el depósito tanto como quieras, y luego, en vez de volver a meter la tarjeta, la máquina te cobra lo que hayas consumido. Super raro. Por suerte, aquí si que aceptan la tarjeta, y es Angy quien paga la gasolina.
Llegamos a casa, y mientras Jorge se queda haciendo unos macarrones con tomate en el horno, nosotras dos sacamos a Pepa y a Pocoyó, corremos un poco con ellos haciendo “el loco” (literalmente), y volvemos a casa cuando ambos acaban de hacer sus necesidades.
Nos comemos los macarrones, muy muy ricos aunque demasiado “duro” el queso, que a mi me gusta derretidito, pero muy rico, y al poco llega Brezo. Se va, por última vez en Julio y casi Agosto, a la playa holandesa de Wassenaar, en la bici rosa, y nosotros decimos que iremos, pero hemos puesto una secadora y tenemos que esperar una hora a que acabe, doblar la ropa, y seremos libres.
Por mayoría, vamos en coche, ya que yo quiero ir en bici pero ellos no, por diversas heridas, prefieren que no.
Llegamos y buscamos a Brezo. Va con una toalla de fanta, estará entre el faro y el sendero de madera, y es de las pocas morenas que hay en esta playa de rubias. La encontramos, y nos invita a una coca cola. Vamos a por ella, el camarero nos ofrece, o la de cristal en vaso de papel, o la de plástico, ya que no puede dejarnos llevarnos el vaso de cristal fuera. Cogemos la de plástico, una cada uno, bebemos un trago (unos (yo) más largo que otros), las dejamos en nuestras deportivas, y nos vamos los cuatro, descalzos, a dar una vuelta por la orilla.


Encontramos una medusa de las inofensivas de aquí, aunque está muerta la pobre, y cuando queremos darnos cuenta, ya es hora de volver a casa. Voy con Brezo a ver su bici, que dice que cuando dejas de pedalear, la bici bota, va como a tirones. Lo miro y lo remiro, pero no pasa nada, así que cojo la bolsa con el libro que trajo Brezo para leer a la playa, su toalla, y me voy al coche con Angy y Jorge mientras Brezo va en bici.
Al llegar a casa con el coche, paseamos, esta vez los tres, a los perros, cenamos sobras: macarrones, y vemos un par de capítulos de Sobrenatural. Mañana toca despertarse pronto para llevar a Brezo, aunque yo pensaba que mañana trabajaba, que la reunión era a las 8 de la tarde, y que su avión llegaba a España de madrugada el sábado. Menos mal que a Brezo le ha dado por comentarlo en la cena, y a Angy, que se había enterado bien, de corregirme, porque me lo creí tanto que hice creérselo a Jorge. Por suerte, sé que mañana tenemos que llevarla por la mañana, así que a dormir que nos vamos. 

Goedenacht!

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