sábado, 4 de agosto de 2012

Día 18, cacafuti como poco.



Hoy toca Ámsterdam, y por ello nos levantamos relativamente pronto. Preparo el desayuno, y Angy se encarga de los perros.
Durante el ajetreo de antes de un viaje, cargamos las baterías de las cámaras, y sacamos los vídeos y fotos, para tener espacio suficiente para la graaan ciudad. Ponemos, por fin, rumbo a Ámsterdam a las 11am.
Encontramos sin problema el P+R elegido, que no es otro que el de Gaasperplas, que se comunica con el centro mediante el metro.
Llegamos allí, aparcamos sin problema, y nos enteramos de que se paga al volver, aunque probablemente no esté el chico que cobra, si no que haya que pagarlo en una máquina.
El hombrecillo nos da tres billetitos que sirven para ir y volver gratis del parking al centro, 
y nos vamos al metro, que está muy bien señalizado desde el P+R. Sólo tiene una línea, la roja, también conocida como la 53, de… de 5, cuya primera parada es Gaasperplas, y la última Centraal Station, cosa que nos viene bien porque es nuestro punto de partida en la ciudad.
Cogemos el metro, y nos llaman la atención los vagones, ya que están excesivamente decorados, unos con abundante publicidad, otros con diseños sin otra intención que promocionar esos mismos diseños. En fin, que yo me entiendo.




Una vez en el centro de Ámsterdam, encontramos una oficina de turismo, y vamos directos a ella.





Paseamos por una calle que nos gusta, que tiene todo decorado con globos de colores, y con música electrónica, y me doy cuenta de que estoy en el día del orgullo del tercer país que visito. Londres, España, y Holanda, sin tenerlo ni quererlo. Así que pensamos que de ahora en adelante, todo serán globitos de colores.









Nos frenamos a la entrada de un restaurante que parece tener buena pinta, en la puerta aparece el camarero, y al saber que somos españoles, tras intentar hablar con nosotros en holandés y en italiano (que lo medio entiendo pero no lo hablo), nos suelta un “hola hola caracola”, que nos hace dudar si deberíamos o no entrar jajaja J
Tiene una buena oferta de menú, teniendo en cuenta el país en el que estamos y el precio de los restaurantes de alrededor, así que entramos, y esperamos en la mesa a la que nos lleva.





Total, que entramos, nos acomodamos, y al ver que tardan en atendernos, nos tememos lo peor.
Nos traen unos panecillos calientes con una especie de mantequilla de ajo congelada, y aunque sabe poco, nos sirve para abrir apetito. Cuando acabamos, aun pasa un bueeeen rato hasta que por fin nos traen lo que pedimos. Aunque la tardanza nos sirve para enterarnos, a duras penas, de la conversación de las de atrás, que son españolas.
La comida no estaba mala, pero no es lo normal poner vasos, y el agua te lo cobran por botellas, además que las salsas no están incluidas en el menú. Total, que nos sale algo más caro de lo que esperábamos, y la cuenta nos la traen, tras bajar yo a pedirla, en una cajita plateada.
Salimos del restaurante raro, y nos paseamos por las calles, algunas de ellas con nombres.. indescifrables.



Encontramos vidrieras con forma de animales, aunque en la foto solo aparezcan peces.

Templo budista.

Vidrieras frikis, con batman, spiderman y superman.

La tienda de Poco Loco, pero a lo holandés... supongo.


Y luego continuamos por los canales, siguiendo la música.



Hay quien ata la bici a un banco, y luego están los que atan el banco a la valla.


Un coche eléctrico... un cochazo.






Vemos, a duras penas porque hay mucha gente, el desfile en barcas por los canales, y decidimos volver por donde vinimos para “volver a volver” por haber estado sin saberlo en el barrio rojo, que claramente, es lo que veníamos buscando.




Compramos unas galletas, pero no entramos en ningún coffeeshop. Nos volvemos, tras varias fotos de recuerdo, como ésta para el mio papa.










En el vagón que elegimos del metro, tenemos como compañero de viaje un chaval de unos 15 años que, le digo yo a Angy, tiene cara de majo. Según van pasando las estaciones, nosotros grabamos lo que nos va gustando, y él solo nos mira y sonríe, mientras se bebe una fanta de naranja que acaba de abrir. Al bajarse, dos estaciones antes que nosotros, nos mira y nos dice nice evening, acompañado con un gesto con la fanta. Vamos, lo que yo decía, majo no, lo siguiente.






Muy sonriente yo, llegamos al P+R, y sí, no había ya hombre que nos atienda, así que tenemos que “discutirlo” con la máquina, aunque gracias a eso nos podemos quedar con los papelotes con código de barras que nos sirven como abono transportes.
Nada más meternos en el coche, empieza a llover, y no pensamos en otra cosa que en la suerte que tenemos, ya que solo nos ha llovido hoy cuando estábamos a cubierto (en el restaurante, y ahora).
Volvemos a casa, y esta vez, no sabemos aun como, la salida hacia Wassenaar nos lleva por Voorschoten. Fíjate, y yo pensando que era la misma carretera que el resto de días…
Y ahora, lo más importante del día, aunque para nada gracioso. Resulta que ya es hora de pasear a los perros por el paseo largo, así que cogemos Angy y yo a Pepa y Poco, los metemos en el coche, y ponemos rumbo al bosque con arena de playa que hay cerca del golf, mientras Jorge se queda en casa preparando la pizza para la cena, que no la tomamos ayer viernes, pero hoy ya toca.
La primera cosa guay o genial o, nótese la ironía, fantástica que nos pasa, es que nos perdemos, y sólo cuando pensamos en volver a casa sin haber sacado a los pobres perros del coche, encontramos el camino. Total, que al final sí que toca paseo largo.
La ida hasta el punto del bosque en el que se da la vuelta todo bien, entre avisos a Angy, que iba grabando, de dónde había babosas y dónde ramas que pudiesen darle en la cabeza sin que se enterase. A la hora de volver, nos despistamos un milisegundo, y Pepa empieza a revolcarse en algo. Sabemos que puede ser algo muerto, porque es cazadora y lo usan para oler a eso mismo, porque si estás muerto no eres amenaza. El problema es que la expresión de “huele a muerto”, debe tener su por qué. El caso es que conseguimos que pare, y lo repite en tantas ocasiones que al final pasamos del tema, cruzando los dedos para que no huela demasiado, y pensando en cómo ventilaremos el coche en casa de que huela mal cuando de repente, Poco se le une, y como están detrás de unos arbustos, no nos ven ni nos oyen gritarles… ¿Resultado? Pepa y Poco embarrados, pero no precisamente en barro… vamos, que les toca ducha ¡seguro!.
Angy llama a Jorge, mientras con caras de asco volvemos al coche, y le dice que saque el champú y una toalla, y que cierre la puerta.
El camino de vuelta os lo podéis imaginar, no abrimos las ventanillas de la parte de atrás porque nos quedamos sin perros, pero si no… ¡menudo pestazo!
Llegamos y no tenemos piedad, bien frotados los dos hasta que se nos quita, aunque no del todo, el recuerdo del olor, porque después de tanto frote era imposible que siguiesen sucios, dejamos que entren en casa, y aun así, Angy y yo nos duchamos, que todo nos huele horriblemente mal.
En la cena, lejos de hablar de chucherías y de dulces caseros, Jorge da gracias a no haber estado en el coche con nosotras, porque tendría que tirar sus pantalones a la basura…
Hay dos pizzas, pero Angy y yo solo probamos una, la de bacon y queso, porque eran enormes y estaban riquísimas, así que la de carne para mañana o pasado.
Vemos Sobrenatural y pensamos lo de siempre, que mañana será otro día.

Goedenacht!

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