viernes, 20 de julio de 2012

Tercer día, cumple de tía Inma



Tercer día, y amanecemos cansados, como todos los días. Ali y Moni destrozadas por haber tenido que compartir cama con sus padres, y los tíos (menos Brezo, que ya no estaba porque se había ido a trabajar), nos dicen que se van a “La Haya” a conocerlo. Nos dejan las bicis, entre ellas una alquilada para que tío Pablo pueda llevar a Diego atado delante, y ellos se van en coche. Desayunamos, y vamos con los primos al pueblo. Nos enseñan el molino, que está en obras, y no entramos por ello y por aquello de la celiaquía (dudo que se escriba así) de Jaco, pero podemos hacerle su merecida foto, ya que el día anterior lo habíamos visto, pero desde el coche, así que no pudimos más que grabarlo. Me pareció muy bonito, merecedor de una foto en condiciones.




Al dar la vuelta al molino, nos apretujamos todos delante de un paso de peatones/bicis, y todos los coches nos dejaban paso, y a todos teníamos que decirles que continuasen la marcha. Nuestra guía, Alicia, estaba desaparecida en combate, pero había dejado con nosotros su bici negra holandesa. Al encontrarnos con ella, continuamos nuestro paseo, y dejamos atrás el molino, que resulta estar más cerca de casa de lo que me pareció en esa primera impresión la mañana del día anterior.
En el paseo, nos encontramos con “la calle del elefante”,


y con ella, con lo que yo he bautizado “La galería de los Citröen”, porque era un sinfín de coches de esa marca, uno detrás de otro, aparcados en los aparcamientos de las viviendas, por lo tanto coches en uso, todos ellos antiguos, muy limpios y bien cuidados, todos ellos preciosos.






La calle acaba en una gasolinera, en la que hay aparcado un coche también muy bonito que me llama la atención, y mientras me acerco con la bici y la cámara, el resto del grupo, excepto Ali (Moni, Angy, Jaco, y Jorge) se quedan en la gasolinera, viendo como el dueño del Citröen amarillo de la zona, echa gasolina a su anticualla y sale a pasear.


El coche que fotografío resulta ser, como no, otro Citröen, y tomada la foto, nos reunimos Ali y yo de nuevo con el grupo.
Yo ya no sé qué visitar por la zona, y dejo a mis primos que den opciones. Jaco dice de ir a un parque que está cerca, y yo me lo imagino, ya sabéis, distancia de niño, “ahí al lado”/lejíiiiisimos, y así parece parecerle también a Moni, que pone cara de “uuuuuyy, qué pereeeezaaa”. Decido, ya que nadie más lo hace, hacer caso a Jaco, y vamos todos, incluida Moni, al parque en cuestión.
No lo vemos por estar demasiado ensimismada con los Citröen, pero el parque resulta estar al otro lado de la calle, enfrente de la gasolinera, cruzando un simple paso de cebra, así que eso hacemos, y, dejando pasar antes a las bicis que salen del parque, entramos, aparcamos las bicis, y nos vamos directos al subeybaja, a hacer un rato el tonto. Probamos pesos, primero Jaco y yo contra Ali y Moni, luego Moni y yo contra Ali y Jaco, luego a éstos últimos se les une Angy, y Jorge se encarga de filmar la escena para el recuerdo.
Llegado el momento en que “los mayores empezamos a notar los años”, volvemos a casa, y nos encontramos con una llamada de Gabi a Ali para saber qué tal estamos, y como estams bien, nos preocupamos nosotros por la hora de la comida y ellos siguen con su paseo. Como es así, Jorge se encarga de lo importante, y nos hace una deliciosa tortilla de patatas, aunque demasiado hecha para mi gusto, y con patatas enaníiiisimas.
Acabamos de comer, recogemos, y fregamos todo, y aparecen Gabi, Inma, Pablo y Diego. Vienen a coger las bicis para ir al Luciano, que han quedado con Brezo, que al salir del trabajo irá para allá, a tomar un helado.
Vamos todos: Angy, Jorge y yo andando, Ali lleva a Moni en su bici, y cuando queremos cerrar la puerta, apostamos todos nuestros juegos de la Wii a que Jaco ya está en la barata heladería.
Al llegar nos damos cuenta de que está bastante cerca de casa, y no tan lejos como me pareció esta mañana al ir desde la galería de los Citröen. Yo me pido… bueno, le digo a mi querida prima Ali que me pida una tarrina con helado de Kinder Bueno, y de Oreo Nata (cookies and cream), y Angy y Jorge deciden pedir cada uno un “the same”  Paga Ali con el dinero de tía Brezo, así que al salir con nuestro helado, y no antes porque mis dos tías estaban de compras holandesas, se lo agradecemos y les saludamos, ya que a una no la vemos desde la noche anterior, y a la otra malamente minutos antes cuando fueron a por las bicis.
Unas carantoñas después con el bueno de Diego, y ponemos rumbo a casa. Los tres que van andando, osease Angy, Jorge y yo, al llegar a casa cogemos el coche, junto con Moni, que va a enseñarnos como ir a la playa. Nos encargamos además de llevar la mochila de Pablo e Inma, con la super cámara de fotos ultra mega guay.
Pablo lleva a Diego en bici, aunque no en la alquilada para ello, porque la madre no se fía de que al nene se le vaya la cabeza para todos lados, Inma, Brezo, Ali, Jaco y Gabi van en bici, y tardan, por supuesto, más que nosotros, aunque salen antes.
Cojo el coche por terreno holandés, y miro en cada cruce, intersección, o rotonda, a ambos lados e incluso a la lejanía, y no muy rápido, ponemos rumbo a la playa.
Moni nos guía, bajamos la ventanilla para saludar y animar a los nuestros en la única cuesta costosa de toda Holanda, continuamos con nuestra travesía, nos equivocamos de parking, llegamos al correcto, pagamos los 2,50€ que cuesta, nos entendemos, o medio entendemos, con los que suben la barrera, hacemos todo el recorrido del parking aunque seamos los únicos porque está todo vacío, aparcamos el coche al fondo, cerca de las escaleras que dan al sendero que lleva a los puestecillos de la playa, y aun así, cuando llegamos al parking de bicis, nos toca esperar. Angy y Moni matan el tiempo jugando a un rugby raro en el que yo soy la madre que les cuida las chaquetas y les dice cuidado cuando tienen que tenerlo, y en el que la pelota es el anorak autoguardable de decathlon de Angy.
Por fin llegan, Moni se descalza, y nos acercamos a la playa, aunque no demasiado. Tras un corto paseo, decidimos ir a una de las terrazas, y de todas, “De Zeester” es la elegida. Nos sentamos cerca de las “paredes transparentes”, paravientos para más inri, y nos invitan los tíos a tomar algo. Mónica nos recomienda un chocomel fresquito, y así lo piden Jorge y Angy, pero Ali, por el contrario, nos lo recomienda calieeeeente, así que, como tengo algo de frío, así lo pido, y nos lo traen servido en una taza muy chula, con nata por encima, y una galleta, a mí de limón y a Ali de fresa. Pablo e Inma piden cerveza, y Gabi y Jaco su coca cola. Brezo no recuerdo qué toma, pero nosotros tres, los aventureros holandeses, nos fijamos en una de las bebidas de la carta, que se escribe tal y como lo decimos en España: Licor 43. Nos miramos y sonreímos, y apuntamos el sitio entre los que tenemos que volver.
Volvemos a casa, aunque esta vez Angy coge la bici de Inma, Inma la de Brezo, y Brezo la de Pablo, porque Angy no llega en esta última a los pedales, y Pablo viene con Moni, Jorge, y conmigo en el coche porque el bueno de Diego no quiere más bici.
Llegamos, Brezo prepara su famosa pizza de los viernes, en la thermomix, sus hijos ponen los ingredientes, cenamos en el salón, viendo, por la hora, los dibujos en inglés subtitulados en holandés, y según anochece, los dibujos dejan de tener subtítulos y empiezan a sonar raro, como con muchas jotas. Cerca de las 12 tomamos la tarta, también llamada “donuts con velas”, y poco antes de la medianoche, Pablo da los regalos a Inma y a Brezo. Les encantan, y Jaco felicita a su madre. “Aun no, Jaco, que aun no es mañana” (gran frase, ¿verdad?). Esto mismo ocurre otras dos veces, hasta que, a las 23.58, le digo a Jaco que se quede mirando las agujas. Cuando Gabi, Jaco, Pablo, y yo, estamos de acuerdo en que las agujas sobrepasan el 12, y por lo tanto, que “ya es mañana”, Jaco felicita por fin a su madre, les cantamos el cumpleaños feliz, y Gabi, que no es como Pablo, dice que no puede esperar nada y todos dan el regalo a tía Brezo, que se siente mayor, o eso dice que debería pasar, al cumplir sus 40. Felicitados y cansados todos, nos vamos “los pequeños” a la cama. Y es que… mañana será otro día J

Goedenacht!




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