Amanecemos en nuestro 5º día, más dormidos que otras veces (empieza
a notarse el cansancio), desayunamos, y los peques se van con Brezo a misa. Nosotros seguimos medio sopa, pero esperamos (o al menos yo), a su vuelta, poder ir a la playa, pero tío Gabi,
que está de vacaciones, acaba de levantarse, más bien tirando a dormido, y
prefiere no coger la bici, así que deciden irse los mayores con Diego a conocer
Utrecht, y nos quedamos nosotros tres con los niños.
Deciden hacer huelga, y es que “ya no saben qué enseñarnos”, así que
yo, a lo “mi padre”, decido que no he venido a Holanda a estar enchufada a la
Wii, el ordenador, el móvil o la nintendo, así que me declaro jefa superior, y
obligo a “too quisqui” a movilizarse a la playa. Recibo quejas de Moni y Jaco,
la una escuchando música en el ordenador y el otro jugando a los Rabids en la
Wii, pero las omito y cogemos todos las bicis. Sólo he ido a la playa en coche
y quiero conocer el precioso camino que hay hasta allí en bici, incluyendo la famosa cuesta.
Empezamos nuestro paseo, y no nos queda otra que seguir a los
peques, porque la única de nosotros que había ido ya por el camino de bicis era
Angy, pero prefirió ir siempre detrás de Ali, Moni o Jaco. A los tres minutos
de paseo, sin exagerar, a la altura del parque y gasolinera del tercer día,
pero en la acera contraria estos dos lugares, se apartan las pequeñas de la
casa a beber agua, Ali porque era la portadora, y Moni porque estaba mueeeerta
de sed. Continuamos el paseo, y al fina de una recta muy larga, aparece la
famosa cuesta. Resulta ser pesadísima y muy cansada, pero engaña porque a penas
se nota, excepto en los músculos, cuando vas pasándola. Pasada ésta, todo el camino
es fácil, con alguna subida y muchas bajadas, pero poco más. A mitad de camino
tirando a cerca de la playa hay una fuente, que da al parking en el que el día
del coche con Moni nos metimos, rellenamos lo poco que se ha bebido de las
botellas de agua, bebemos algo más, y continuamos nuestro paseo.
Las bicis en la playa ocupan el parking entero, y algo del camino,
así que ponemos nuestras bicis a la cola, y atamos dos, dos y dos, con los dos
candados que tenemos.
Moni canda su bici con la mía, Jorge y Angy, algo más adelante, sin
respetar la “cola”, y Ali canda su bici con el candado típico holandés y
“esconde” detrás la bici de Jaco, que, según dice, si se la roban vuelve en las
alforjas de Ali y “aquí no ha pasao’ na’”
Llegamos a los puestos, esta vez abiertos, y Angy invita a los tres
hermanos a 1€ a cada uno. Como los helados tienen gluten, Jaco coge un chupa
chups, que cuesta 50céntimos, y se acerca con él a nosotros. Nos damos cuenta
de que no lo ha pagado, y aunque el chico de los helados no se ha dado cuenta,
nos acercamos para pagarlo.
Hecho esto, y Jaco ya con chupachups, nos vamos al puesto de al
lado, que es en el que están los helados a 1€ porque son los de bola. Ali se lo
pide de fresa y Moni (creo) de chocolate. Le añaden un “topping” (virutitas de
colorines), 60 céntimos extra entre las dos, y lo paga Moni, con los 2€ a los
que les invita Angy, más el topping. Le recuerda a su hermana que le debe 30
céntimos, y aunque yo le digo que no tenga morro, y que Angy le ha invitado al
resto del helado, me recuerda a una que yo me sé, así que tampoco puedo decir
mucho.
Nos sentamos en las mesas del primer puesto, y esperamos antes de
coger las bicis de vuelta a casa, ya que son las 3 de la tarde y hay que comer,
y dejamos a Ali y Moni que se coman “tranquilas” su helado, pero no lo mismo a
Jaco porque tiene mala suerte y se le cae al suelo. Como el chupachups no llega
a incumplir la regla de los 3 segundos, lo recojo y se lo ofrezco a Jaco, pero
no lo quiere así que me lo como yo, tan ricamente.
Vamos de nuevo a por las bicis, las descandamos y comenzamos el
trayecto de vuelta. Moni, Jorge, Angy y yo nos adelantamos demasiado, porque
siguen mi ritmo y quiero coger la cuesta con carrerilla, pero al esperar en
varias ocasiones (antes de la cuesta) y ver que no aparecen por detrás Ali y
Jaco, Jorge se vuelve a la playa a ver que ha pasado.
Vuelve sin ellos, pero nos dice que tiremos para adelante, que no
nos preocupemos. A Jaco se le ha salido la cadena, pero un chaval les ha
ayudado, y les ha enseñado, para otra ocasión, como se pone de nuevo.
Bajamos por fin la cuesta, llegamos a casa, y servimos la comida.
Hay puré de calabacín y lentejas de primero a repartir entre todos, y de
segundo pizza del viernes, y pollo con puré para Jaco.
Al terminar de comer, los niños me dicen que “hasta aquí”, y se
quedan los tres en casa mientras nosotros vamos a las cabras, que creemos que ya nos conocemos el camino, y de allí,
investigaremos para llegar a la granja. Sabemos llegar, y resulta ser un
camino largo y reeeecto rectíiisimo (desde la esquina del elefante, todo recto
durante 10 minutos, y llegas a las cabras)
Como vemos que sabemos llegar a las cabras, investigamos para llegar a la granja, primero siguiendo el camino de las cabras, y llegamos a un parque infantil, así que pensamos que mejor dar la vuelta; y luego, volviendo un poco desde las cabras, seguimos el camino "recto desde el elefante", pero sin cruzar el puente que lleva a las cabras (en ocasiones lleno de cisnes y patos en fila, más mooooooooonooooooooos!).
Conseguimos llegar, Angy es nuestra guía, pero nos volvemos, tras hacer una foto para recordar el horario, y fijarnos en las vaquitas del fondo a la derecha, todas reunidas comiendo;
porque no tenemos los cacharros en los que te dan el yogur y la leche, que si los devuelves te sale más barato, y con el calor, increíble, que hace estos días, no es nada recomendable in con ellos en la bici. Decidimos entonces, que cuando queramos huevos, mantequilla, o leche de la granja, iremos en coche, para evitar que se ponga malo por el calor, se caiga, o se rompa.
Volvemos a casa, y al llegar nos encontramos con que ya han llegado
los tíos de Utrecht. El parking es gratis los domingos allí, así que, ya que
para ir hay que coger coche o transporte público, pero no bici, que si vamos,
que caiga en domingo, y así podremos aparcar fácilmente y sin sustos.
Me dicen que se van a la granja, que Inma y Pablo no lo conocen, y
yo me apunto. Salimos de casa: yo con la bici holandesa sin marchas de Gabi,
Ali con la suya, Jaco con la naranja, Pablo con Diego en la que se alquiló para
esta función, Brezo en la blanca, e Inma en la de Brezo, con marchas, caja rosa
detrás, y cesta en la parte delantera, donde dejo mi mochila. Vamos hasta la
granja, yo más o menos sé por donde, ya que también he ido esta mañana, así que
guío cuando Ali se despista, y llegamos en poco tiempo. La granja está cerrada,
porque sólo abre algunos días, claramente no los domingos, y cuando abre,
cierra a las 5 de la tarde, así que nada, vamos a las cabras. Para ello, tía
Brezo y Ali nos guían, siguiendo el camino que sale de la granja, pero para el
lado contrario al que (yyt6uu7 ß esto lo ha aportado
Pocoyó) conocía yo. Resulta que el camino de la granja da al camino a Leiden, y
pasa por delante de una pista enorme de béisbol, una pista de fútbol, un super
parking de bicis, dos edificios con patios, parques con columpios, toboganes, y
entrada con parking de coches que resulta ser, además del sitio en el que
esperé ayer a que me alcanzasen Angy y Jorge de camino a Leiden, el colegio de
mis queridos primos pequeños: “the American School”.
Desde el final (o principio, según se mire) del American School,
resulta que hay una callejuela, medio en obras, que da a un puente, en el que
está un Jhonny’s hamburger oalgoasí por el que pasamos ésta mañana, que da a un
parque gigante con muchos muchos árboles y “parcelas” de césped entre canales,
con puentecillos para unirlos, y en cada “parcela”, un tipo de “atracción”
típica de parque: En una hay una tirolina, en otra una especie de “árbol” en el
que puedes subirte, pero hecho de cuerdas y círculos de neumático, en otra el típico
parquecillo infantil con toboganes y columpios de colores, que resulta ser el que vimos ésta mañana los tres, intentando ir a la granja, y por lo tanto, éste conjunto de "parcelas" da a las cabras. Genial, porque todo está unido y ya sé cómo! Tengo que decírselo al llegar a casa a
Jorge y Angy.
En las cabras hay, como esta mañana, un montón en su “patio de
recreo”, y vemos poco a poco cómo van creciendo.
Ésta vez, lo que sí que hay,
es un … “cría de cabra” muy pequeñito, enanísimo, que en vez de balar (o lo que
quiera que hagan las cabras) parece que grita. Éste es el monísimo en cuestión, al que consigo acariciar:
No nos entretenemos mucho en las cabras, un par de fotos y ya está, porque mi primo pequeñín, el pequeñín de verdad, dice que es su hora de cenar, así que volvemos a casa.
Al llegar, Ali y Brezo me dicen que van a ver al de los gatos, y yo
me apunto. Caminamos por el bosque, Ali y yo saltamos el bache, pasamos por
debajo del puente, cogemos carrerilla para poder salir, Ali nos avisa de que no
viene nadie, giramos a la izquierda, y llegamos a la casa. Ali llama a la
puerta, y nos abre el señor de la casa. No puedo evitar que me recuerde a
Ellis, el padre de los niños que fui a ciudar a Londres.
Brezo habla con él, yo entiendo todo pero no digo nada, entre otras
cosas porque no tenía yo nada que decir ahí, y Ali va a saludar, y despedirse
de los gatos. Acabado esto, y antes de irnos, el señor paga a Ali, y nos
quedamos patidifusas al ver que, en vez de los 50€ que creímos que le darían
por cuidar 20 días a tres gatos, le da el doble, 100€ para un mico de 11 años (creo,
si no es así seguro que me pega una colleja mi querida prima Ali), para hacer
lo que ella quiera con ellos. Madre mía, ni Brezo se lo cree. Pactamos una
cosa: A sus hermanos le diremos que ha ganado 50€. Se los guarda bien, y
partimos a casa. Otra vez el puente, esta vez viene una moto, pero nos deja
coger carrerilla al echarse a un lado y dejarnos pasar, de nuevo el bosque,
hago una foto de una casa preciosa, tapada por los árboles, y a la que me gusta
cómo le da el sol, pero sin saber si de verdad ha salido la casa o solo los árboles.
Llegamos a casa, Angy ha grabado un vídeo de su vlog mientras yo no
estaba, en el que cuenta la experiencia y las cosas raras que ve en Holanda desde su punto de
vista,
y ahora están cogiendo los platos y cubiertos para poner de nuevo la mesa en el salón: ésta vez, en lugar de dibujos en holandés, toca peli: Los pingüinos de Madagascar en chicano. Perfecto.
y ahora están cogiendo los platos y cubiertos para poner de nuevo la mesa en el salón: ésta vez, en lugar de dibujos en holandés, toca peli: Los pingüinos de Madagascar en chicano. Perfecto.
De cena tenemos salchichas alemanas, riquísimas, por cierto; con
puré de patata.
Os dejo, que empieza la peli! Aunque bueno, en realidad son
capítulos de una serie… qué importa, sea como sea…
Goedenacht!
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