domingo, 22 de julio de 2012

Domingo repetitivo, mañana y tarde la misma historia.


Amanecemos en nuestro 5º día, más dormidos que otras veces (empieza a notarse el cansancio), desayunamos, y los peques se van con Brezo a misa. Nosotros seguimos medio sopa, pero esperamos (o al menos yo), a su vuelta, poder ir a la playa, pero tío Gabi, que está de vacaciones, acaba de levantarse, más bien tirando a dormido, y prefiere no coger la bici, así que deciden irse los mayores con Diego a conocer Utrecht, y nos quedamos nosotros tres con los niños.
Deciden hacer huelga, y es que “ya no saben qué enseñarnos”, así que yo, a lo “mi padre”, decido que no he venido a Holanda a estar enchufada a la Wii, el ordenador, el móvil o la nintendo, así que me declaro jefa superior, y obligo a “too quisqui” a movilizarse a la playa. Recibo quejas de Moni y Jaco, la una escuchando música en el ordenador y el otro jugando a los Rabids en la Wii, pero las omito y cogemos todos las bicis. Sólo he ido a la playa en coche y quiero conocer el precioso camino que hay hasta allí en bici, incluyendo la famosa cuesta.


Empezamos nuestro paseo, y no nos queda otra que seguir a los peques, porque la única de nosotros que había ido ya por el camino de bicis era Angy, pero prefirió ir siempre detrás de Ali, Moni o Jaco. A los tres minutos de paseo, sin exagerar, a la altura del parque y gasolinera del tercer día, pero en la acera contraria estos dos lugares, se apartan las pequeñas de la casa a beber agua, Ali porque era la portadora, y Moni porque estaba mueeeerta de sed. Continuamos el paseo, y al fina de una recta muy larga, aparece la famosa cuesta. Resulta ser pesadísima y muy cansada, pero engaña porque a penas se nota, excepto en los músculos, cuando vas pasándola. Pasada ésta, todo el camino es fácil, con alguna subida y muchas bajadas, pero poco más. A mitad de camino tirando a cerca de la playa hay una fuente, que da al parking en el que el día del coche con Moni nos metimos, rellenamos lo poco que se ha bebido de las botellas de agua, bebemos algo más, y continuamos nuestro paseo.
Las bicis en la playa ocupan el parking entero, y algo del camino, así que ponemos nuestras bicis a la cola, y atamos dos, dos y dos, con los dos candados que tenemos.
Moni canda su bici con la mía, Jorge y Angy, algo más adelante, sin respetar la “cola”, y Ali canda su bici con el candado típico holandés y “esconde” detrás la bici de Jaco, que, según dice, si se la roban vuelve en las alforjas de Ali y “aquí no ha pasao’ na’”
Llegamos a los puestos, esta vez abiertos, y Angy invita a los tres hermanos a 1€ a cada uno. Como los helados tienen gluten, Jaco coge un chupa chups, que cuesta 50céntimos, y se acerca con él a nosotros. Nos damos cuenta de que no lo ha pagado, y aunque el chico de los helados no se ha dado cuenta, nos acercamos para pagarlo.
Hecho esto, y Jaco ya con chupachups, nos vamos al puesto de al lado, que es en el que están los helados a 1€ porque son los de bola. Ali se lo pide de fresa y Moni (creo) de chocolate. Le añaden un “topping” (virutitas de colorines), 60 céntimos extra entre las dos, y lo paga Moni, con los 2€ a los que les invita Angy, más el topping. Le recuerda a su hermana que le debe 30 céntimos, y aunque yo le digo que no tenga morro, y que Angy le ha invitado al resto del helado, me recuerda a una que yo me sé, así que tampoco puedo decir mucho.
Nos sentamos en las mesas del primer puesto, y esperamos antes de coger las bicis de vuelta a casa, ya que son las 3 de la tarde y hay que comer, y dejamos a Ali y Moni que se coman “tranquilas” su helado, pero no lo mismo a Jaco porque tiene mala suerte y se le cae al suelo. Como el chupachups no llega a incumplir la regla de los 3 segundos, lo recojo y se lo ofrezco a Jaco, pero no lo quiere así que me lo como yo, tan ricamente.
Vamos de nuevo a por las bicis, las descandamos y comenzamos el trayecto de vuelta. Moni, Jorge, Angy y yo nos adelantamos demasiado, porque siguen mi ritmo y quiero coger la cuesta con carrerilla, pero al esperar en varias ocasiones (antes de la cuesta) y ver que no aparecen por detrás Ali y Jaco, Jorge se vuelve a la playa a ver que ha pasado.
Vuelve sin ellos, pero nos dice que tiremos para adelante, que no nos preocupemos. A Jaco se le ha salido la cadena, pero un chaval les ha ayudado, y les ha enseñado, para otra ocasión, como se pone de nuevo.
Bajamos por fin la cuesta, llegamos a casa, y servimos la comida. Hay puré de calabacín y lentejas de primero a repartir entre todos, y de segundo pizza del viernes, y pollo con puré para Jaco.
Al terminar de comer, los niños me dicen que “hasta aquí”, y se quedan los tres en casa mientras nosotros vamos a las cabras, que creemos que ya nos conocemos el camino, y de allí, investigaremos para llegar a la granja. Sabemos llegar, y resulta ser un camino largo y reeeecto rectíiisimo (desde la esquina del elefante, todo recto durante 10 minutos, y llegas a las cabras)


Como vemos que sabemos llegar a las cabras, investigamos para llegar a la granja, primero siguiendo el camino de las cabras, y llegamos a un parque infantil, así que pensamos que mejor dar la vuelta; y luego, volviendo un poco desde las cabras, seguimos el camino "recto desde el elefante", pero sin cruzar el puente que lleva a las cabras (en ocasiones lleno de cisnes y patos en fila, más mooooooooonooooooooos!).
Conseguimos llegar, Angy es nuestra guía, pero nos volvemos, tras hacer una foto para recordar el horario, y fijarnos en las vaquitas del fondo a la derecha, todas reunidas comiendo;


porque no tenemos los cacharros en los que te dan el yogur y la leche, que si los devuelves te sale más barato, y con el calor, increíble, que hace estos días, no es nada recomendable in con ellos en la bici. Decidimos entonces, que cuando queramos huevos, mantequilla, o leche de la granja, iremos en coche, para evitar que se ponga malo por el calor, se caiga, o se rompa.
Volvemos a casa, y al llegar nos encontramos con que ya han llegado los tíos de Utrecht. El parking es gratis los domingos allí, así que, ya que para ir hay que coger coche o transporte público, pero no bici, que si vamos, que caiga en domingo, y así podremos aparcar fácilmente y sin sustos.
Me dicen que se van a la granja, que Inma y Pablo no lo conocen, y yo me apunto. Salimos de casa: yo con la bici holandesa sin marchas de Gabi, Ali con la suya, Jaco con la naranja, Pablo con Diego en la que se alquiló para esta función, Brezo en la blanca, e Inma en la de Brezo, con marchas, caja rosa detrás, y cesta en la parte delantera, donde dejo mi mochila. Vamos hasta la granja, yo más o menos sé por donde, ya que también he ido esta mañana, así que guío cuando Ali se despista, y llegamos en poco tiempo. La granja está cerrada, porque sólo abre algunos días, claramente no los domingos, y cuando abre, cierra a las 5 de la tarde, así que nada, vamos a las cabras. Para ello, tía Brezo y Ali nos guían, siguiendo el camino que sale de la granja, pero para el lado contrario al que (yyt6uu7 ß esto lo ha aportado Pocoyó) conocía yo. Resulta que el camino de la granja da al camino a Leiden, y pasa por delante de una pista enorme de béisbol, una pista de fútbol, un super parking de bicis, dos edificios con patios, parques con columpios, toboganes, y entrada con parking de coches que resulta ser, además del sitio en el que esperé ayer a que me alcanzasen Angy y Jorge de camino a Leiden, el colegio de mis queridos primos pequeños: “the American School”.
Desde el final (o principio, según se mire) del American School, resulta que hay una callejuela, medio en obras, que da a un puente, en el que está un Jhonny’s hamburger oalgoasí por el que pasamos ésta mañana, que da a un parque gigante con muchos muchos árboles y “parcelas” de césped entre canales, con puentecillos para unirlos, y en cada “parcela”, un tipo de “atracción” típica de parque: En una hay una tirolina, en otra una especie de “árbol” en el que puedes subirte, pero hecho de cuerdas y círculos de neumático, en otra el típico parquecillo infantil con toboganes y columpios de colores, que  resulta ser el que vimos ésta mañana los tres, intentando ir a la granja, y por lo tanto, éste conjunto de "parcelas" da a las cabras. Genial, porque todo está unido y ya sé cómo! Tengo que decírselo al llegar a casa a Jorge y Angy.
En las cabras hay, como esta mañana, un montón en su “patio de recreo”, y vemos poco a poco cómo van creciendo.

Ésta vez, lo que sí que hay, es un … “cría de cabra” muy pequeñito, enanísimo, que en vez de balar (o lo que quiera que hagan las cabras) parece que grita. Éste es el monísimo en cuestión, al que consigo acariciar:




No nos entretenemos mucho en las cabras, un par de fotos y ya está, porque mi primo pequeñín, el pequeñín de verdad, dice que es su hora de cenar, así que volvemos a casa.
Al llegar, Ali y Brezo me dicen que van a ver al de los gatos, y yo me apunto. Caminamos por el bosque, Ali y yo saltamos el bache, pasamos por debajo del puente, cogemos carrerilla para poder salir, Ali nos avisa de que no viene nadie, giramos a la izquierda, y llegamos a la casa. Ali llama a la puerta, y nos abre el señor de la casa. No puedo evitar que me recuerde a Ellis, el padre de los niños que fui a ciudar a Londres.
Brezo habla con él, yo entiendo todo pero no digo nada, entre otras cosas porque no tenía yo nada que decir ahí, y Ali va a saludar, y despedirse de los gatos. Acabado esto, y antes de irnos, el señor paga a Ali, y nos quedamos patidifusas al ver que, en vez de los 50€ que creímos que le darían por cuidar 20 días a tres gatos, le da el doble, 100€ para un mico de 11 años (creo, si no es así seguro que me pega una colleja mi querida prima Ali), para hacer lo que ella quiera con ellos. Madre mía, ni Brezo se lo cree. Pactamos una cosa: A sus hermanos le diremos que ha ganado 50€. Se los guarda bien, y partimos a casa. Otra vez el puente, esta vez viene una moto, pero nos deja coger carrerilla al echarse a un lado y dejarnos pasar, de nuevo el bosque, hago una foto de una casa preciosa, tapada por los árboles, y a la que me gusta cómo le da el sol, pero sin saber si de verdad ha salido la casa o solo los árboles.


Llegamos a casa, Angy ha grabado un vídeo de su vlog mientras yo no estaba, en el que cuenta la experiencia y las cosas raras que ve en Holanda desde su punto de vista,




y ahora están cogiendo los platos y cubiertos para poner de nuevo la mesa en el salón: ésta vez, en lugar de dibujos en holandés, toca peli: Los pingüinos de Madagascar en chicano. Perfecto.
De cena tenemos salchichas alemanas, riquísimas, por cierto; con puré de patata.
Os dejo, que empieza la peli! Aunque bueno, en realidad son capítulos de una serie… qué importa, sea como sea…

Goedenacht!

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